martes, 10 de marzo de 2009

La Malinche en Paz / ensayo-histórico


En las páginas 88 y 94 de El Laberinto de la Soledad, Octavio Paz escribió que "el mexicano es hijo de una violación y, por lo tanto, hijo de la Chingada que finalmente, es la nada misma... Si la Chingada es una representación de la madre violada, no me parece forzado asociarla a la Conquista... el pueblo mexicano no perdona su traición a la Malinche..." visto que nos atañe, los mexicanos hemos callado más de lo que deberíamos haber escrito sobre éstas y otras infortunadas opiniones del Premio Nobel.

En las páginas 40 y 73 del Laberinto de la Soledad, Octavio Paz cuestionó sobre la mujer: ¿Qué piensa?, ¿Piensa acaso?, ¿Siente de veras? y, temerario, decretó: "Para los mexicanos la mujer es un ser oscuro, secreto y pasivo. No se le atribuyen malos instintos: se pretende que ni siquiera los tiene. Mejor dicho, no son suyos sino de la especie; la mujer encarna la voluntad de la vida, que es por esencia impersonal, y en este hecho radica su imposibilidad de tener una vida personal. Ser ella misma, dueña de su deseo, su pasión o su capricho, es ser infiel a sí misma".

Con una percepción tan retrógrada y elemental de la mujer, podemos explicarnos por qué Octavio Paz difamó a la Malinche. Pero no ha sido el único. Carlos Fuentes hizo lo propio: "Somos los hijos de la prostituta del conquistador" y Rubén Salazar Mallén completó: "La Malinche, la traidora, la que desprecia a los suyos, por su inferioridad y se humilla ante la superioridad del conquistador". Bueno, hasta el maestro Fernando Benitez se dejó llevar por la corriente y sorprendió a más de uno al decir que "La Malinche es la imagen de la traición por antonomasia".

Estos ilustres mexicanos, bruñidos jades de la Literatura Mexicana y connotados investigadores, están equivocados y, lo realmente grave del asunto, es que al leerlos, también nos equivocamos nosotros.

La Malinche vivió intensamente y respondió a su destino como cualquier ser humano que actúa en función de los códigos sociales con los que ha sido educado.

Los hechos: La Malinche se llamó Malitzin y los peninsulares la llamaron doña Marina. Fue hija de los caciques de Painala, un pueblo cercano a Coatzacoalcos, Veracruz. Al momento de nacer, los brujos de su comunidad vieron en ella un futuro aterrador y cuando apenas contaba con diez años, su madre, Iztacxóchitl, la vendió a Kuenich --un comerciante maya--, quien la utilizó como juguete sexual. Al morir Kuenich, su hijo la vendió a otro comerciante y éste a Tabzcoob --un rico cacique de Centla--. Cuando llegó Hernán Cortés, Malitzin tenía quince años y fue regalada a Alonso Hernández Portocarrero. Hernán Cortés se percató de que hablaba maya y náhuatl; entonces la hizo suya. Y cuando ya no le fue útil, la dio a Juan Jaramillo.

La Malinche no nació en Tenochtitlán, por lo tanto: no era mexica (azteca) y no traicionó a su pueblo porque las batallas en las que participó no se desarrollaron en su tierra natal.



Era hermosa y con don de mando, fumaba canutos de tabaco, contaba con rigor y disciplina. Pocos historiadores han reparado en que a Hernán Cortés, los mexica le llamaban "Malinche", que a ella le decían "doña" y que en la conquista del Imperio Mexica no hubo ningún "Don". Cuando Hernán Cortés fue en búsqueda de Cristobal de Olí a las Higüeras, Malitzin tuvo ocasión de ver a su madre y a su hermano, Bernal Díaz del Castillo en Historia verdadera de la conquista de la Nueva España da cuenta de lo que aconteció:

"Tuvieron miedo della, que creyeron que los enviaba llamar para matarlos, y lloraban: y como así los vio llorar la doña Marina, los consoló, y dijo que no hubiesen miedo, que cuando la traspusieron con los Xicalango que no supieron lo que se hacían, y se los perdonaba, y les dio muchas joyas de oro y ropa y que volviesen a su pueblo, y que Dios le había hecho mucha merced en quitarla de de adorar ídolos ahora y ser cristiana y tener un hijo de su amo y señor Cortés, y ser casada con un caballero como era Juan Jaramillo; que aunque la hiciesen cacica de todas cuantas provincias había en la Nueva-España, no lo sería; que en más tenía servir a su marido e a Cortés que cuanto en el mundo hay; y todo esto que dijo se lo oí muy certificadamente, y así lo juro, amen".

Desde temprana edad, a Malitzin la obligaron a satisfacer las necesidades primarias de los hombres de aquellos soles, fuese un maya, un popoloca, un castellano o un aragonés; esa era su formación y sólo así entendía la vida. En la esclavitud, en la cima del poder o en el abandono, La Malinche vivió con elegancia y dignidad. No traicionó a nadie, por el contrario, la traicionaron los seres que amó y sin embargo, fue un ser entregado al amor, es por ello que supo perdonar. Los mexicanos del Siglo XXI, podemos no seguir traicionando su memoria.

Espejos

En las páginas 80 y 97 de El Laberinto de la Soledad Octavio Paz, pontificó: "Porque todo lo que es el mexicano actual, como se ha visto, puede reducirse a esto: el mexicano no quiere o no se atreve a ser él mismo... El mexicano, como la mexicanidad se definen como ruptura y negación... como viva conciencia de la soledad histórica y personal" ...que los mexicanos somos hijos de una violación, que Malitzin es la Chingada y que la Chingada es igual a la nada; son, entre muchas otras, las muy cuestionables "opiniones existencialistas" de Octavio Paz. Si los mexicanos hiciéramos de esos pensamientos un criterio, irremediablemente nos conduciría hacia el abandono y la desesperanza.

En El Laberinto de la Soledad Octavio Paz utilizó la ficción histórica como recurso dialéctico, argumentó adjetivando los eventos históricos y, con ellos, hizo una caricatura de los mexicanos. Desde su soledad en los Estados Unidos, Octavio Paz escribió un Laberinto, se perdió en él y terminó insultando a sus compatriotas para sentirse acompañado.

El Laberinto de la Soledad ha sido reconocido como un libro tutelar en la educación de los mexicanos, sin embargo, en el ámbito precolombino, es un ensayo pletórico de errores históricos. Una nación de etnias e idiomas equidistantes, con una vasta geografía y una historia milenaria no puede contener un solo laberinto ni estar constituida únicamente de ellos. La conquista de Tenochtitlán sucedió hace 487 años y es un grave error pensar que ese evento pesa como una loza en las espaldas de los mexicanos, cuando en realidad, si no hubiera acontecido, no hubiésemos nacido nosotros; somos los frutos de muchas conquistas --no solamente de una-- que se han desarrollado en nuestra tierra desde la época de los olmecas. La Malinche y nuestra multiétnica identidad, no deben seguir siendo interpretadas a partir de la traición, el rencor, el machismo, la mentira, el centralismo, el error y la ignorancia.

La vida es un privilegio y ser mexicanos, un agasajo.

El Laberinto de la Soledad FCE. 5ta reimpresión, México 1998. p. 40, 73, 80, 88, 94 y 97

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