domingo, 26 de julio de 2009

Artistas Cancunenses / Juan Rojas, Escultor






De niño, Juan Rojas construía carritos con las cajas de las pastas de dientes y cuando era la temporada de papalotes, buscaba carrizos, engrudo, papel de arroz o papel de China y con estos materiales --ahora penosamente suplantados por el plástico fantástico--, Rojas elaboraba papalotes que no siempre volaban; esa no era su finalidad, buscaba el gozo y la emoción de reinventar lo ya hecho transformando los materiales y las formas para crear otras formas. Cuando uno de sus papalotes se alzaba hacia las nubes, reía junto a sus amigos observando cómo su creación podía sostenerse en el aire y, llegado el momento de amarrar los hilos para recuperar los papalotes, presurosos, sus amigos encordaban en una madeja los cordeles de sus cometas y ante el asombro de todos, Juan regalaba sus papalotes al viento e inmediatamente pensaba en hacer un nuevo modelo.


En aquellos tiempos, Rojas tenía la tarea de cuidar a muchas aves, contaba con la amistad de un cuervo que también se llamaba Juan, caminaban juntos a la escuela y cuando el niño Juan ingresaba al salón de clases, el cuervo Juan subía a un árbol y ahí esperaba a su amigo hasta que concluían las clases y juntos regresaban caminando a su casa. Para el niño Juan, el aire, las aves y lo carritos eran sus verdades; de pronto, tomaba un pedazo de madera y lo raspaba contra la banqueta para darle forma de un carrito con el que después jugaba "carreterita". De las bocinas de un estéreo, Juan obtenía los imanes y los amarraba a un cordel que colocaba en su cinturón, así iba recolectando clavos y corcholatas aplastadas por los vehículos... se preguntaba cuántas llantas habían ya pasado sobre ellos.


La madre de Juan observaba que su hijo planeaba, dibujaba, armaba y realizaba, consecuentemente lo inscribió a clases de pintura, Juan iba gustoso al encuentro con los colores pero le llamaban más la atención las formas, entonces se salía del salón de pintura y se iba a ver a un escultor que tallaba la madera, ahí se percató que en la escultura, cuando se desbasta una piedra o se talla una madera, cada movimiento debe ser preciso porque no hay reversa; convenció a su mami de que lo suyo era la escultura y ahí conoció los instrumentos de los magos escultores: la gubia, el cincel, el martillo y las lijas pero también encontró al filo y sus consecuencias. 


Ingresó al Centro de Artes Plásticas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), donde años después, en agradecimiento a lo aprendido, enseñó a las nuevas generaciones los secretos de las formas. Más tarde se integró al taller de la maestra escultora Leticia Moreno, en la Academia de San Carlos. De niño, --acertadamente comenta Juan--, los objetos se ven más grandes y ahora que soy adulto, en realidad sigo siendo niño porque una parte de mi obra escultorica es de gran formato. 


Cuando Rojas llegó a Cancún, observó que había demasiados espacios vacíos y que una ciudad en crecimiento precisaba de referentes visuales, de esculturas que al observarlas en el transito cotidiano, los ciudadanos adquieren "identidad", son --continúa explicando Juan-- también un reposo visual y un lugar de comunión para los eventos sociales, como ejemplos tenemos a la "Licuadora" o a la "Glorieta del Ceviche" ésta última es un nicho tribal, ahí se festejan las victorias de los equipos de Fútbol Nacional o las del Tri, cuando los ciudadanos entran a saltar en el agua de la fuente y se suben a los caracoles o conchas marinas, "hacen suya a la escultura" y estos actos sociales demuestran que la escultura monumental cumple una función de catalizador donde los ciudadanos "se sienten cancunenses" se afirma entonces una identidad.


La obra de Juan Rojas es fresca y los ciudadanos cancunenses también la hacen suya con los ojos o con el tacto: en la Universidad del Caribe, Rojas colocó una escultura monumental llamada "El Juego", comenta Rojas que es una obra que parte de cinco formas geométricas basadas en los números nones: dos formas exteriores representan la unidad, el círculo al Sol y la Luna, la escultura está orientada hacia el Norte magnético, cuenta con unas formas triangulares que sugieren el inicio de unas espirales, representan al viento, a la comunión que tenemos los seres humanos con el viento, su fuerza no significa siempre destrucción, también nos da bonanza al diseminar las semillas y portar las lluvias, la vida en nuestro planeta está en constante evolución; el centro de la obra está vacío porque simboliza al Cero Maya, esa gran abstracción filosófica que aunque obvia, pocas civilizaciones en la antigüedad descubrieron; todos estos conceptos unidos forman un juego, se integran, se entrelazan... son una hermandad, una unión humana con su entorno, por ello se colocó junto al manglar, con la finalidad de que la escultura sea un aliado del entorno no un competidor del espacio visual y la naturaleza. Esta escultura realizada en piedra macedonia de la Península de Yucatán, se logró realizar gracias al apoyo del Maestro Fernando Espinosa, anterior rector de la Universidad del Caribe y reconocido promotor de las artes y de los artistas cancunenses.









Recientemente, Juan Rojas ofreció a su comunidad otra escultura llamada "El Mensajero del Viento", un proyecto realizado con el apoyo del Fondo Nacional Para la Cultura y las Artes (FONCA) a nivel Estatal. Rojas explica que se compone de cuatro módulos que representan los puntos cardinales y apilados, configuran el cinco, que simboliza la unidad de los cuatro puntos cardinales y el centro. Se encuentra también orientada hacia el Norte magnético y representa a un ave que recién se posó en la tierra, anuncia que vivimos en una zona de huracanes y es un recordatorio de la prevención y la conveniencia de ver a los huracanes como lo que son, fuerzas vitales de la naturaleza y no monstruos, ya que no podemos sentirnos héroes o víctimas por encima de todas las fuerzas de la naturaleza. Después de un estudio de los espacios urbanos, se escogió colocar la escultura en el Mercado 28, enfrente de su hermana natural, la oficina de correos, la obra escultorica se encuentra acompañada de framboyanes.






Esta obra escultorica también es un ejemplo de colaboración entre los artistas cancunenses y el Instituto Municipal para la Cultura y las Artes dirigido con inteligencia y sensatez por el escritor cancunense Carlos Hurtado.


"El Observatorio" es otra escultura pública de Juan Rojas que se localiza en Oaxaca, Oaxaca. Durante algún tiempo fue exhibida en la célebre calle peatonal Macedonio Alcalá, forma parte de un proyecto escultorico en el que participaron artistas nacionales e internacionales, en esta ocasión, su obra fue orientada Este-Oeste y pareciera que tiene un punto de ruptura, una zona donde la obra simula que se va a derrumbar porque pareciera que está debilitada y justamente Rojas nos transmite con este efecto la fragilidad humana, es un observatorio que no ve a las estrellas sino al interior de la condición humana.



Juan es un artista comprometido con su comunidad y en sus acciones más que en sus palabras, denota un discurso orientado hacia la iniciativa privada y a los gobiernos municipales y estatales para que continúen colocando "obra escultorica" en los espacios urbanos que se están generando y en los futuros proyectos habitacionales; que hay excelentes escultores cancunenses comprometidos con su ciudad y que en lugar de "mirar" hacia afuera hay que "ver" hacia adentro, además resulta menos oneroso y fortalece al arte cancunense. 


Si queremos una ciudad con riquezas --comenta Rojas---, hay que invertir en el acervo cultural, es una de las mejores inversiones y el ejemplo en otras latitudes es claro, cuando los turistas visitan Europa, principalmente van a fotografiar espacios escultoricos, arte, museos, monumentos. La escultura urbana cumple diversas funciones sociales, por una parte crea sentimiento de arraigo e identidad y por otra, es un atractivo turístico. 





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