lunes, 17 de enero de 2011

En memoria de Claudio Obregón / Margarita Isabel

Claudio Obregón en Contradanza


No podía creer que se había ido, estaba tan presente en la vida y en la escena, con tanta fuerza, con tal intensidad, que parecía podía estallar en cualquier momento, eso tal vez era lo que mantenía al espectador al borde del asiento cuando Claudio Obregón salía a escena. Emociones tan intensas le imprimía a sus personajes, que se disparaban hasta atravesar el pecho del público, por eso mantuvo lleno el Polyfórum cuando interpretó a la Reina Isabel, la gente volvía una y otra vez a vivir intensa, locamente, lo que su cotidiana vida no le permitía.

Y lo mismo en cada teatro, en cada temporada donde su nombre, sinónimo de arte, atraía siempre al público.

En la obra de teatro Contradanza, yo no sabía por dónde abordar mi personaje y él me guió, ensayo tras ensayo, el maestro era, además, el mejor compañero. Desde camerinos me asomaba para disfrutarlo, para ver cómo trabajaba sus escenas, pero sobre todo para aprender, observar a Claudio era tomar clases de actuación.

La primera vez que estuve en una obra de teatro fue con Claudio, él tendría 22 años, hacia un indígena, y había tal verdad en su trabajo que a pesar de lo güerejo, todos se lo creímos.

Desde entonces era ya un primer actor. Por eso, luego de 45 años de interpretar tantos personajes tan difíciles con suma facilidad, no fue ninguna sorpresa verlo hacer magistralmente al Rey Lear, él que tenía ya tiempo de ser todo un rey de la escena.

Estoy segura que el compañero Claudio decidió hacer Final de partida porque sentía que estaba próximo el fin y era hora de partir. Sus problemas respiratorios se agudizaban viniendo a la capital, habría vivido más y mejor si se hubiera quedado a nivel del mar, pero decidió venir al DF porque vivir sin actuar era demasiado aburrido, y qué iba a hacer con todas esas emociones, textos, ideas que se le atoraban en el cuerpo y que tenía que hacer estallar en el teatro.

Como en el teatro griego había que cumplir con su destino, el nació en el teatro, el tenía que morir por el teatro.

Siempre lo quise más de lo que él imaginó.

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