lunes, 17 de enero de 2011

Homenaje a Claudio Obregón / Marta Verduzco




Empezaré por disculparme porque estoy muy intimidada, por la espera, por la cercanía de mis compañeros y por la pérdida de Claudio. Yo no voy a hablar de la carrera maravillosa de Claudio que todos conocemos. Yo quiero hablar del Claudio amigo y compañero de escena. Al inicio de mi carrera, cuando todavía estaba en la Escuela de Arte Teatral de Bellas Artes, conocí a Claudio. Nos había propuesto un muchacho, Juan de Saro, creo, participar en un encuentro en el canal 11, donde se pondrían, donde haríamos varias obras de teatro del Siglo de Oro. A nosotros nos tocó Peribáñez y el comendador de Ocaña, naturalmente Claudio fue Peribáñez y yo su mujer. Cuando terminamos las clases y nos íbamos a la Sala Villaurrutia a ensayar durante tres meses, fue un trabajo delicioso, y no solamente tuve el privilegio de trabajar con Claudio, de conocerlo sino de aprender muchas cosas que inevitablemente me enseñó. Al término de la puesta en escena, resulta que nos llevamos el primer lugar, y el premio era una cartulina y mil pesos. De los mil pesos ningún actor recibimos absolutamente nada, una cartulinita así. Pero nosotros los actores ya sabemos que, como siempre estamos dispuestos a actuar, actuamos sin cobrar, gratis, por el puro gusto de actuar. Después me encontré con Claudio en la Casa del Lago, la Casa del Lago que fue para mí, para muchos de esa época, nuestra alma mater. En la Casa del Lago sucedieron las mejores actividades culturales del país y ahí, Claudio y yo dirigidos por Juan José Gurrola, leíamos La mano del comandante Aranda antes de la función de Landrú también de Alfonso Reyes, también fue una temporada gozosa, duramos un año haciéndolo. Después trabajamos en un espectáculo como homenaje a Jorge Ibargüengoitia, dirigido por Germán Castillo, con tres novelas revueltas, él hace... en el cual hacíamos indistintamente papeles de hombres y mujeres. Fue también una diversión fantástica, pero a veces, éramos tres, éramos Delia Casanova, él y yo, y Delia Casanova y yo a veces se nos pasaba la mano y se enojaba muchísimo, y entonces le decía a Germán que nos pusiera orden. Después de eso nos tocó trabajar en Largo viaje de un día hacia la noche que se convirtió en un largo viaje a la tortura gracias a Margules, era tal la agresividad de Margules, las ganas de molestar si no a uno, a otro o si no por turnos, que hicimos un pacto en el que juramos que a cualquiera que volviera a agredir los cuatro salíamos a la defensa, entonces eso fue... 

Después dirigí mi primera obra Salomé y yo no encontraba un Herodes que me satisficiera, entonces Patricia Reyes Spíndola, que hacía Herodías, me dijo “¿por qué no llamas a Claudio?” y yo realmente no me atrevía, va a decir “y esta idiota ¿por qué cree que voy a ir a que me dirija? y además, es su primera dirección”, pero bueno, de todas formas me lancé y aceptó. Los primeros meses fue fantástico, una delicia, pero ya empezaba a estar muy mal y en los momentos que no estaba en escena, estaba en el camerino con oxígeno. Y Claudio cuando se ponía enfermo, se ponía muy agresivo, porque era la importancia de no poder vencer eso que le impedía dar todo lo que él podía dar. Cercanos al estreno, ya se volvió insufrible, me reclamaba todo, hasta que un día me dijo que él no podía soportar que lo tuviera en la oscuridad, que tenía unas luces de mierda, estando ahí el iluminador. Y que su histrionismo no le permitía, bueno. Entonces, Patricia, que es una mujer que sabe deshacer entuertos, se quitó la peluca, la lanzó y dijo “a ver Claudio, vete a la butaquería y desde ahí me va a decir cuáles son los lugares por donde pasas, para que veas que sí estás iluminado” y entonces así le hicimos y no tuvo más remedio que aceptar que se estaba equivocando. ¿Qué más les voy a contar de Claudio? Claudio... Al final de la temporada en la Casa de la Paz, Mario Espinosa nos ofreció una continuación en el Teatro Jiménez Rueda, pero ahí Claudio ya estaba verdaderamente muy insufrible y nos dejamos de hablar. Yo ya en ese momento hacía Herodías, porque se había ido Patricia. Y así terminamos la temporada sin dirigirnos la palabra, pasábamos escena, nos mirábamos a los ojos, nos reíamos, todo, pero después no volvimos a hablarnos, hasta que volví a encontrármelo en maquillaje de Canal 13, donde íbamos a hacer una telenovela que se llama El candidato, él iba a hacer el personaje principal y yo iba a ser su mujer, estaba aterrada. Cuando de repente dije “qué horror, me voy a volver a pelear con Claudio” y para mi sorpresa, no solamente me saludó, me dio un abrazo, un beso y desde entonces se volvió mi protector, mi amigo, siempre fue un caballero y yo me quedo con ese Claudio, lo demás no importa, porque, a pesar de su fragilidad por la enfermedad, cuando subía al escenario se convertía en un monstruo y uno no tenía más remedio que gritar “bravo Claudio”, como ahora le digo: bravo Claudio y mil gracias por todo lo que nos diste a la gente que trabajamos contigo, a tus compañeros, al público, que no lo va a olvidar y descanse en paz. Gracias.



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