sábado, 14 de septiembre de 2013

Del Cómo...





Cuando nos preguntamos ¿por qué? Las respuestas se encuentran en el cómo. La estupefacción se disipa al comprender cómo se originan los eventos, sus causas y circunstancias… poco reparamos en sus consecuencias.
Nuestros ancestros homínidos se diferenciaron del resto de los primates por percibir al movimiento y dominar al fuego. Homo ergater fue el héroe de la película evolutiva cuando con yazcas y residuos de rayos capturó al fuego y, con él, coció la carne, en consecuencia, su tracto digestivo se hizo más corto, aceleró su proceso cognoscitivo, durmió menos pero con calidad de sueño y eliminó del mapa al Homo rudolfensis  y al Homo robustus.
Homo ergater se preguntó por qué y descubrió el cómo, los azarosos caminos de la evolución condujo a nuestros ancestros a reconocer al movimiento, intuyeron sus secretos, miraron al cielo y descubrieron que la violencia es generadora de vida.
Si en el origen fue el verbo, la pregunta lo puso en entredicho y develó al movimiento, entonces surgió el por qué y de ahí el cómo.
El cómo sugiere siempre otras preguntas, de ellas surgen respuestas y más preguntas, para todas habrá siempre un cómo hasta que lleguemos al origen de lo primero, en tiempos lejanos, se le consideró divino hoy intentamos comprenderlo de manera científica o con la Fe.
El cómo es el factor determinante de nuestra evolución ya que nuestro planeta se encuentra en constante transformación. Las especies vivas son herederas de la sobrevivencia y la adaptabilidad, nuestra diversidad alimenticia evidencia nuestras búsquedas pero también nuestros aciertos. La humana tendencia a ingerir cantidades exageradas de azúcar es una reminiscencia de nuestro gusto por los frutos cítricos, pero para alcanzarlos hubo que reconocer la profundidad y sus peligros, tuvimos que contar con una maravillosa clavícula que nos permitió alcanzar las ramas lejanas y saltar luego entre las más robustas. Allá, a lo lejos, se encontraban los cítricos, pero nuestros ancestros tuvieron que encontrar el cómo y así forzaron la evolución de nuestros cuerpos.
Cuando los cómos explican al movimiento, adquirimos una información que nos codifica a corto plazo y  recordamos de manera mecánica cómo nos abrochamos las agujetas o cambiamos de velocidades en un carro de palanca al piso. En un orden trascendente, los cómos generan transformaciones a largo plazo y nos permiten construir armas, naves interplanetarias, IPhone, regodearnos con las metáforas, tener un pensamiento con tendencia a la abstracción o encontrarnos con Dios.
En ocasiones los cómos se orientan hacia la acumulación y nos sentimos eternos. Quienes iniciaron la Revolución Industrial jamás imaginaron que ahora exista un gigantesco islote de basura en el Océano Pacífico que contamina a los pescados que comemos en ceviche. Entender el cómo pero no reconocer que en ocasiones es mejor no utilizar lo que sabemos es lo que nos conduce a nuestra aniquilación.
Algunas personas de diferentes partes del mundo me han preguntado por qué si evidencio que los antiguos pobladores de México conocieron la rueda, no la utilizaron de manera práctica sino que le dieron el status de un juguete.  Nuestros antiguos construyeron únicamente con sus manos excelsos monumentos, gigantescas ciudades, pirámides que ellos llamaron Witzo’b y kilométricos caminos de piedra. Jamás se sirvieron de la tracción aunque la conocíeron y puede ser que conociendo el cómo, prefirieron no usarlo. Quizá, además de su ventajas, vieron sus consecuencias.

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