sábado, 19 de octubre de 2013

De la Lanza al Internet



La científica mexicana Silvia González, de la universidad John Moores, Liverpool, descubrió con estudios genéticos que desde tiempos sin memoria y hasta hace 200 años, en Baja California Sur habitaron los Pericués, individuos que contradiciendo las teorías oficiales de las migraciones al Continente Americano, no provinieron de Asia sino de Australia. 

El rostro reconstituido de "La Mujer de las Palmas" -- con 10 mil años de antigüedad y ubicada en un río subterráneo cercano a Tulum-- evidencia que existió una lejana migración proveniente del sureste de Asia (Indonesia). 

La fisonomía de los habitantes de San Agustín, Colombia, al igual que la de los olmecas, demuestra un origen africano mezclado con migraciones asiáticas. Los vikingos llegaron antes que Colón al Continente Americano y aportaron su material genético a los pueblos amerindios. Cuando nacemos, algunos mexicanos --tanto mestizos como descendientes mesoamericanos--, portamos en la espalda baja la llamada "mancha mongólica" una especie de hematoma que revela nuestra ascendencia mongólica. 

A la luz de las evidencias que demuestran migraciones milenarias provenientes de todos los continentes, concluimos que la Globalización inició miles de años antes que la promocionara Margaret Tatcher.

El sentido de pureza racial, étnica, cultural y lingüística, es absurdo. Provoca racismo, marginación, indiferencia, nubla nuestra percepción sobre nuestros orígenes y nos impide comprender a la impermanencia como una verdad universal. La sensación de desamparo es atenuada con la percepción profética del final de los tiempos.

Nuestro planeta ha pasado más tiempo congelado que como ahora se encuentra. Durante miles de años, quizá 100 mil, el Hemisferio Norte se mantuvo congelado y la altura de los glaciares se medía en kilómetros. En aquellos soles, los océanos se encontraban hasta 200 metros por debajo de su nivel actual y, entre África y América, había una serie de islas que pertenecen a la Dorsal Mesoatlántica, una cordillera hoy sumergida y que durante miles de años permitió que existieran migraciones humanas de África a América, aquellos abuelos africanos se fusionaron con los migrantes de Asia y es por ello que las culturas más antiguas de nuestro continente se encuentran en Suramérica y son de origen negroide y asiático (San Agustín, Caral, Chavín, Valdivia entre otras ciudades primigenias de Colombia, Perú y Ecuador).

Los glaciares se descongelaron y volvieron a congelarse en diversos periodos históricos, fue así como llegaron los migrantes de Asia (teoría migratoria que propuso el etnólogo francés Paul Ribet), pero también hubo migraciones de otras latitudes como hemos enunciado. Uno de los pueblos que aún subsiste de las primeras migraciones asiáticas se nombran Mapuches y viven en Chile y Argentina.
Sus tradiciones milenarias paulatinamente se han perdido por la culturización de Occidente; sin embargo, aún persisten trazos de usos y costumbres emparentadas con las tradiciones chamánicas siberianas que interpretan a la naturaleza con respeto y simbiosis.

A mi entender, existe un mito sobre el sentimiento amoroso de aquellas sociedades hacia su medio ambiente. La naturaleza es violenta, no amorosa, los animales se aniquilan entre si, hay transformaciones permanentes del medio ambiente y cuando ambas situaciones se interpretan con la moral, nos conducen erróneamente a la culpa y a la demagogia cultural.

Somos lo que somos por haber matado al otro y por compartir los alimentos, lo seguimos haciendo aún en las sociedades industrializadas. La conducta violenta del ser humano es una respuesta simbiótica a la esencia de nuestro medio ambiente. Es por ello que afirmo que el Desarrollo Sustentable es un absurdo, todo desarrollo implica degradación, podemos atenuarlo, pero no está en nuestra condición hacerlo. Para salvar a la Tierra, primero tendría que desaparecer el género humano. Hemos llegado al punto de la sobrepoblación y explotamos irracionalmente nuestros recursos, ambas situaciones son producto de la dinámica del Cosmos, podría ser diferente ya que contamos con criterio y conciencia, pero no es así.

Tanto las sociedades de cazadores como las agrícolas y las urbanas de consumo, han reproducido los mismos esquemas, la diferencia entre ellas estriba en la percepción energética, religiosa o racional de nuestra existencia. Los chamanes de la antigüedad paleolítica fueron intermediarios con las entidades divinas, los espíritus y las conciencias inorgánicas; las Señoras Religiones tuvieron en los ministros de culto a los intermediarios con Dios y, hoy, la tecnología nos comunica en la soledad, la degradación familiar y el desencanto.

En el universo de los cazadores, los chamanes procuraban la salud mental y física de sus comunidades, durante el oscurantismo occidental fueron perseguidos y negados, hoy, algunos pueblos descendientes de tradiciones milenarias conservan y respetan la tradición chamánica, los mayas entre ellos. En Occidente, como resultado del individualismo plastificado, se ha tergiversado su función, confundiendo al chamán con el showman.

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