sábado, 21 de junio de 2014

¿Y puedes ver a Dios…?



I

Mi querida madre me cuenta que los viernes de su infancia iba a casa de Doña Cristina para mirar las funciones de Lucha Libre de Enanos que se transmitían por televisión; me dice que los niños se sentaban en un madero y les cobraban veinte centavos. Mis padres pertenecen a la primera generación que entendió la realidad reducida en una pantalla, lo hicieron por intervalos ya que la programación era limitada y los televisores se calentaban.

A los cinco años, los sábados en la noche, mi abuelo me inculcó que había que ponerse  “firmes” para rendirle honores a la bandera durante el Himno Nacional que se cantaba antes de los campeonatos de Box ¿Pero si Mantequilla Nápoles nació en Cuba por qué pelea por México? --Preguntaba a mi abuelo y me respondía--: “en el Box todo se puede, es una batalla…”  El televisor de casa de mis abuelos duró casi dos décadas a pesar de los tremendos golpes que le dábamos  en los costados para que volviera la imagen cuando de pronto y sin razón alguna, se iba. Delante a mis ojos de niño acontecía que en aquellos días de evidente “progreso”, cuando fallaba la tecnología que reducía la realidad a una pantalla,  le recetábamos una serie de macanazos cavernícolas al viejo televisor para que volviera a funcionar.

Poco a poco construí una buena amistada con el televisor de casa de mis abuelos, en él, tengo visto en Blanco y Negro llegar a los astronautas a la Luna –o la película de Stanley Kubrick que se filmó para la ocasión--, decenas de campeonatos mundiales de Box y las primeras caricaturas. Después, el ingeniero mexicano Guillermo González Camarena inventó la transmisión a color y fue entonces cuando la realidad de la llamada Caja Idiota paulatinamente sustituyó a la Realidad… en todos los sentidos y en todos los colores.



II
De antes, la infancia transcurría en la calle, ahí nos reuníamos para jugar, correr y pelear, era un buen sitio para observar a los mayores y para escondernos de ellos. En el mundo de los niños que se educan en la calle, las jerarquías  se establecen por edad o por tamaño y el estatus económico no es sinónimo de poder sino de circunstancia. En la calle, los niños se sirven de contados objetos  para jugar, “son ellos y sus cuerpos” en relación a un orden lúdico que establece la exhibición o el ocultamiento. Los niños cuentan con preguntas, cierto, pero reconocen más de lo que preguntan y en el mundo de los juegos de la calle,  reciben al viento en la cara antes de caer de bruces en la acera, regresan a casa con un chipote en la frente o con un raspón en la rodilla, los descalabros son constantes. Pero todo ello tiende a desaparecer, veo cada vez menos niños recreándose y arrastrándose en la calle… son cautivos de los aparatos electrónicos.

Sin afirmarlo por completo pero creo que se llamaba “Pal” el ahora ridículo juego para la televisión en la que por vez primera, la voluntad humana se veía reflejada en los movimientos de la pantalla chica. Se trataba de dos barras horizontales colocadas arriba y abajo del televisor que golpeaban a una lentísima bola hasta que una de las dos barras no la golpeaba y la bola pasaba de largo. Una verdadera ridiculez, pero en aquellos lejanos soles nos pasábamos tardes enteras dándole a la pelotita verde. Como un vórtice sin fin, la tecnología de pronto inició una frenética carrera que nos ha conducido hoy a poseer instrumentos electrónicos que pueden reproducir realidades alternas: en mis tiempos de estudiante de primaria soñaba con tener un reloj que incluyera una calculadora para realizar rápidamente las cuentas… los escolares de hoy, cuentan con teléfonos celulares que incluyen calculadoras, relojes y todo el resto del mundo.

En una ocasión se me ocurrió llevar a una función especial de cine a un grupo de niños de entre 6 y 9 años de edad, pasaban dos películas, una de Charles Chaplin y la otra del Gordo y el Flaco. Apenas inició la película de Chaplin uno de mis invitados gritó: ¿Por qué le quitaron el color? Le volví a explicar lo que ya les había advertido sobre el cine mudo y antiguo pero insistía en  que le hacía falta color y, cuando los adultos nos desfondábamos de risa, una invitada me preguntó ¿de qué se ríen…? Nos salimos sin hacer mucho ruido. Somos lo que vimos y así vemos cómo somos, por ello reflexiono que una ridícula barra horizontal que golpeaba a una pelota verde o una mueca de Chaplin son improntas del proceso evolutivo de nuestras percepciones del movimiento y de nuestra risa.

Los miércoles paso por una calle de la Unidad Morelos en la que hay muchos niños jugando y vagando, la semana pasada, en la acera derecha noté que un niño de entre 6 y 7 años sostenía en sus manos una tablet, estaba acompañado por otros 2 niños de la misma edad y otro en pañales que observaba la escena blandiendo una paleta en su mano izquierda; me dirigí sigilosamente hacia ellos para escuchar lo que platicaban y, cuando llegué, un niño preguntó a quien sostenía la tablet ¿Y puedes ver a Dios…? Me detuve, saqué un papel como buscando una dirección, tomé el celular, lo consulté, lo guardé y no hubo respuesta, siguieron jugando en la tablet, entonces continúe mi camino e inicié una reflexión sobre los objetos. Recordé aquellos rituales mayas en los que los objetos se convertían en sujetos cuando eran poseídos por entidades divinas o conciencias inorgánicas y los dignatarios, a través del éxtasis chamánico, viajaban a otros mundos ubicados en el doblez de nuestro mundo.



III

Desde el día en que iniciaron las transmisiones de la Lucha Libre de Enanos, los niños mexicanos nos hemos cautivado con el elenco de posibilidades que la ciencia y la tecnología nos proveen para que La Realidad u otras realidades pueden ser transmitidas, recreadas, manipuladas y deconstruidas en objetos planos que las contienen. Iniciamos viendo en las pantallas cómo se pelea, ahora diseñamos estrategias para pelear en las pantallas y estamos inmersos en una lucha permanente por obtener la mejor marca y el último modelo. Poseer una tablet, el mejor celular o la pantalla más grande son sinónimos de evolución y progreso; timbres de nuestro tiempo que demuestran los fantásticos avances de la inteligencia humana que se descubre impulsada y dirigida por el instinto animal que reclama competencias, guerras, sumisión, Lucha Libre, Box, Fútbol y obcecación…
Coc.

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