martes, 1 de julio de 2014

Aunque te Robben




 “Después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”. Albert Camus

La mayoría de los intelectuales denostan o detestan al fútbol porque han perdido el sentido lúdico de la vida. Ciertamente las masas son mediatizadas, su consumo dirigido, gobiernos dictatoriales han sido legitimizados con un campeonato mundial como sucedió en Argentina 78 o se aprueban ominosas leyes detrás de la pantalla como sucede en México. Reconocemos con incomodidad que no hay justicia deportiva, que la FIFA supura corrupción, que sanciona diferenciando, que dirige los resultados e impone sus inapelables condiciones a todos los países participantes y organizadores de un Campeonato Mundial. Por otra parte, Brasil 2014 es también el escenario ideal para reconocer los matices de la Condición Humana, sus flagelaciones, sus simulaciones, sus incongruencias.

La simulación colectiva en Brasil 2014 inició en el sorteo de grupos cuando el secretario de la FIFA Jerome Valcke abrió --detrás de un atril y fuera de cuadro-- las bolitas seleccionadas  supuestamente al azar y luego sacaba de su chistera un papelito que “no mostraba signos de haber estado enrrollado” con el nombre del país que la FIFA había previamente seleccionado.

Los árbitros favorecen intereses y al local, sucede desde siempre, el caso más patético fue el de Byron Moreno, quien en 2002, expulsó gratuitamente al delantero Francesco Totti, anuló 2 goles a Italia y procuró el triunfo de Corea del Sur en tiempos suplementarios. El uruguayo Edgardo Codesal, por compadrazgo representó al arbitraje mexicano en Italia 1990, arbitreó la final Alemania-Argentina y se inventó un penalti en contra de Argentina que a la postre dio el triunfo a los teutones. En Brasil, los arbitrajes han sido igualmente irregulares, pero difícilmente la FIFA permitirá el ingreso de más árbitros o el auxilio de la tecnología ya que controlando el criterio arbitral es como garantiza su absolutismo. Luis Suárez lanzó tremenda mordida y fue sancionado drásticamente, el jefe de comunicaciones de la Federación Brasileña de Fútbol, Rodrigo Paiva, dirigió un certero puñetazo en la humanidad del delantero chileno Mauricio Pinilla y la FIFA los suspendió un partido. En el universo no hay moral sino eventos y seres que los testimonian, adjetivan o ritualizan, por lo tanto, la justicia es una aspiración humana mas no una noble verdad. La Condición Humana establece la conveniencia de un sistema injusto de competencia porque la inequidad es una norma evolutiva y la Democracia es uno más de los descabellados mitos inventados por los griegos.


La Autocrítica se desconoce en México y los seleccionados (como su afición) se sienten tristes, desvalidos, robados, sometidos. Al sentimiento de incapacidad para lograr los desafíos que transfiguran a las sociedades, habrá que sumarle la impotencia de luchar contra los arbitrajes, lo cual coloca aún más lejana la posibilidad de acceder a instancias superiores en un Mundial. Sin embargo, en aquel momento de crisis, también existió la posibilidad de dignamente aceptar la derrota y la inequidad en las reglas del juego, felicitar a los adversarios y luego examinar por qué repetimos los mismos errores desde que en USA 1994, Mejía Barón no hizo el cambio de Hugo Sánchez contra Bulgaria, de igual manera, en Japón-Corea 2006, contra USA, Javier Aguirre sacó en el minuto 27 a Ramón Ramírez quien era el mejor jugador en la cancha y repitió la dosis en Sudáfrica 2010 alineando al ineficaz Guillermo Franco en lugar de Andrés Guardado y cambiando tarde al Chicharito. Ahora en Brasil 2014, El Piojo Herrera metió de cambio a Javier Aquino quien se desdibujó corriendo por las bandas en lugar de ingresar al Gullit Peña para tener mejor manejo de balón en la media cancha. Lo que le sucede de manera repetitiva a la Selección en los mundiales es el prístino reflejo de nuestra sociedad que no realiza los cambios a tiempo ni tiene manejo de partido en los momentos históricos. Trabajar en ello pudiera ayudarnos a comprendernos mejor como Nación y transfigurarnos en seres conscientes. El triunfo es consecuencia de la conciencia. Se trata de una lección que desde hace tiempo debimos haber aprendido pero nos resulta más cómodo quejarnos del arbitraje o sentirnos robados.

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